viernes, 30 de octubre de 2009

.tormenta

Demasiado ruido que empuja las paredes, como toda la lluvia queriendo entrar y arrastrar lo que encuentre a su paso.
Truenos que gritan el sueño, las ganas de quedarse un ratito más entre las mantas, la pesadez suicida del viernes, las migas de una noche de calor. Te bajaste del caballo de cielo negro y estrellas de luto, con la cerveza del después, mientras el viento espeso se pasea con ganas de acariciar rodillas. La noche, tan solemne y pervertida, escudriñándonos la culpa, toda esas siestas que prohibimos en las manos.
Te bajaste del caballo, vos, día que no vuelve, te bajaste y dejaste la montura herida, el virus de algún adiós con culpa, las precipitaciones absurdas de otros meses.
Ahora quiero la lluvia. No. La odio. La odio pero la quiero en casa, afuera. La odio, pero tengo una excusa para quedrme, disfrutar de la nada, emborracharme de historias felices, hasta que afuera sólo parezca que ha pasado un viento húmedo.
La tarde me mira por la ventana, se va escapando el día y se va escapando con él la lluvia. El sol se despide del hormigón ya seco del patio, de las pocas cosas que me dejó entibiarle sin el sueño.
Te bajaste nuevamente del caballo hoy, apeándote sin ruido para que no te notara. ¿Qué me das, día sin miedo? ¿Qué madrugada vas a meter hoy bajo mi almohada de dedos fríos?

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