lunes, 30 de junio de 2008

.moscas, hermana

hoy llovió un poco.
hoy es tu cumple.
hace casi un año que escribí esto.
pero el día y vos se lo merecen.



Las moscas sueñan con tardes soleadas
igual que yo.
Igual que yo abren sus pares de alas y comen deshechos.
Por las tardes,
estas tardes de frío,
me acuerdo de las moscas
que juntas odiamos.
Y sé que necesito decirte algo en medio de la noche
que la luna raja con un cuchillo.
Pero en silencio, con voz de tiza,
muevo los labios para pedir auxilio
y no me escuchas.
Lenta, al fin distinta a las moscas,
te nombro pero ya
no te digo nada.

jueves, 26 de junio de 2008

.ser algo

Fui algo alguna vez, de vez en cuando algo, algo más que gotas de luz en sus adentros, algo más que espacios paquidermos, semillas sin postigos, lentas urdimbres, vientos que recitaban canciones, alas con olor a planes trazados.
Fui algo alguna vez, un germen de hoy, una especie de muñeca de trapo un poco sucia, los versos deplorables de la adolescencia.
Fui algo que no fui, y muchas veces, fui testigo, ley y sindicato, fui horas que esfumaron decisiones, estricta cal que entra en el ojo, ardiente noche de desvelos, fui quizás también un nombre.
Tuve acrósticos en mi honor, palabras de hombres que no me conocen, adornando de a ratos un sinfín de tumbas de cada una de las que fui.
Y quiero asustar, como Alejandra, esa niña que fui y la que jamás seré.
Fui algo alguna vez secreto muerte limpia de canciones, figuritas de vidrio, animales odiados, juegos, tardes de primos y sentencias.
Hoy ya no sé lo que fui. Me cuelgo de los puentes con lentes, con zapatos, con hermanas que despeinan la casa, con abrojos y sandalias. Me tiro por los ríos, por los toboganes de basura, por las fuerzas exquisitas de mi vientre, por los peldaños sucios, los pasillos de la universidad, por las pendientes de esas clases que cada tanto debo abandonar.
Soy una libélula, anunciando la lluvia y poniendo en remojo mis alas transparentes.

viernes, 20 de junio de 2008

.niña

Voy a traerte felicidad
voy a traerte
bichitos lindos
y mansitos.
Voy a amontonar
tus rulitos dentro de mi espejo
tus ojos tan redondos
en mi calendario.
Voy a traerte felicidad
a fotografiar tus manos
chiquitas
a pegarlas en algún álbum
para que
de alguna forma
sean siempre así.
Voy a traerte
pastillitas dulces
algodón de azúcar
y versos que dejen estos
en la miseria.
Voy a enmarcar tu lunar
tu labio entero.

jueves, 19 de junio de 2008

.aromas

Corro en puntas de pies y voy soltando de uno en uno los palillos.
Las gotitas caen en el lugar de mis pecas, dándoles la mano, saludándolas después de tanto tiempo.
No se escuchan ruidos que delaten la lluvia, el cielo espeso pero grisclaro, apenas un viento que araña mis pantuflas.
La prisa de la primera llovizna se me olvida por un rato y al verme a mi misma bajando las toallas de la cuerda, pienso en algunos poemas salidos de mis dedos.
La magia de los aromas puede más y me parece percibir el olorcito de las toallas secadas al sol que no está ahí, pero me abriga y me hace olvidar la humedad, el frío, las tormentas.

•Pronóstico

Afuera llueve
xilofones contra el vidrio que te mira.
Las luces se disfrazan de negro
y duermen su siesta inútil.
El tabaco se calcina en su ritual.
Ninguna foto en ninguna mesa de luz.
Y sigue lloviendo.
Los dementes se desgarran en la calle,
parten en trocitos el silencio.
Se atrincheran en tapiales de muerte y hartazgo,
presintiendo el vértigo de las altas horas,
evitando territorios prohibidos.
Y las gotas que esconden la cabeza
como avestruces que son.
Cae el agua.
Voces líquidas que serpentean entre
unos ojos dibujados
que espían por todas las ventanas posibles.

Afuera llueve,
adentro, te espero con el sol en el bolsillo.








(Gracias por ser tus palabras las que me informaron de las gotitas que cayeron, y por recordarme que tengo que hacer en esos casos :)  )

lunes, 9 de junio de 2008

.psicología móvil

La noche lo tenía acostumbrado a esa especie de profesión altruista. La noche le gustaba, siempre le daba un toque distinto a la jornada laboral, sin las prisas de la ciudad cansada, sin la alegría hipócrita y la agitación del día, le permitía escuchar voces seductoras por la radio, amar la ciudad en secreto y cruzar semáforos en rojo.
El ser 'tachero' lo incluía, como a todos, en una categoría aparte dentro de la población urbana. A él le parecía apropiado para la vida humilde y sin demasiadas pretensiones que llevaba, lo alojaba dentro de un círculo indefinido, no era ni un privilegio ni un horrendo estigma.
Lo que también hacía era permitirle sacar de sí algunas cosas, más que nada a la noche, con el ambiente generado por los programas románticos de turno y el asiento del acompañante como diván. La mampara simplemente le prohibía oficiar de confidente, ponía una distancia claramente tangible y personal frente a sus clientes, aunque no negaba que en ciertas ocasiones lo prefería.
Una vez ajustado el cinturón de seguridad, cuando los viajes eran de distancias considerables, se iniciaba el rito de los lugares comunes, las preguntas y frases clásicas, los tópicos infaltables; el estado del tiempo, de las calles, la inseguridad, la zona de destino de su pasajero y cada tanto los temas se derivaban, en el mejor de los casos, en sinceras confesiones de historias que, de haberlas anotado, podrían ser publicadas en un enorme y lucrativo libro.
Pero lo bello de ese trabajo era la similitud con la condición del analista profesional, se mantenía ese tácito pacto del silencio.
Aquella noche hacía demasiado frío para ser mayo. Una llovizna finita había dejado las calles más frías y tristes que de costumbre. El semáforo en rojo lo hizo detenerse y cuando estaba a punto de retomar la marcha, un brazo flaco y casi desnudo le hizo señas.
Se subió en el asiento de adelante, murmuró un buenas noches y respiró hondo. Dio una dirección, que a él le pareció más una frase al azar que otra cosa, y se recostó bruscamente hacia atrás.
Era fea. Una muchacha escuálida y bien fea, con un pelo rubio y sin forma que le caía hasta la cintura. Llevaba un abrigo largo que dejaba ver unas piernas invariablemente flacas, huesudas, dibujadas por las roturas de unas medias negras.
Condujo en silencio por unas cuantas cuadras, presintiendo una crueldad extraña detrás de su razón para tomar el taxi.
La fealdad pareció dolerle, cayeron unas cuantas lágrimas silenciosas que oscurecieron un poco su abrigo y que se apuró a secar con una manga, al mismo tiempo que limpiaba un poco su nariz.
Lo miró fijamente. Él sintió una enorme compasión por aquella figurita que se desarmaba en el asiento de al lado y presintió que todo tenía que ver con que era fea.
La idea le revoloteó durante un rato, a medida que se acercaban al destino solicitado.
La ciudad era nadie, sintió más que nunca que nada más se prestaba de escenario para esa situación que veía desdoblarse en su mundo de cuatro puertas.
Llegó a destino, estacionó y le informó sonriendo el precio del viaje. Ella sacó con sus dedos amarillos unos billetes arrugados y unas moneditas extra.
Entonces lo vio todo clarísimo y casi que entendió su papel esa noche.
Mientras ella se bajaba, con el tono más educado que le salió y la sinceridad que pudo, le dijo un piropo inocente y capaz que hasta tierno. Ella dudó un instante, arrimó la puerta e hizo una mueca antes de cerrarla. Él se conformó con pensar que fue una sonrisa.
Terminó su jornada sin demasiados pacientes/pasajeros.
No supo nunca que esa noche la salvó del puente y el agua fría llevándose su vida.

• Metralla de antiguos bombardeos

Anoche amenazaba, con golpes en las ventanas, el viento. Juro que nunca tuve tanta emoción ante la posibilidad de una tormenta.
Mientras "dormía" pensaba en como iniciar esta entrada, como desarrollarla, que quería contar.
Esta mañana me levanté rápido, a pesar de las pocas horas de sueño, la alegría era impresionante, parecía una nena con juguete nuevo.
Bueno, la cosa es que no se me ocurría nada, hasta que escuchando a Ismael en el viaje de ida (y vuelta) de la facultad, se me apareció el, con la lluvia y la terminal, la alegría se esfumó y lo único que conseguí fueron estas lineas:




Yo quiero saber hasta que punto,
hasta que punto
vas a seguir invadiendo mi historia.
Yo me pregunto cuanto tiempo
cuanto tiempo más
vas a ocupar mis rincones.
Yo quisiera que me aclares
porque un día gris y una parada de colectivos
te sigue trayendo a mi.
Yo desearía tanto,
tanto y después de tanto
que de una vez por todas
y de ser posible para siempre
salgas de mis momentos
y esta bendita mañana gris
traiga por fin otros recuerdos.




La frase de Ismael era contundente... No logro disociarte de la terminal de ómnibus y una mañana lluviosa.
Qué le vamos a hacer.

jueves, 5 de junio de 2008

.planes de un día cansado

Ya... los días parecen cansarse, agotarse de mi peso en la ciudad. Hoy tengo nomás una mañana gastada para regalar al día, una mañana de café con leche tardío, besos pegoteados de una niña con rulitos y las palabras de esa gente que me enamora a distancia.
Nada más. Esta hemiplegia del tiempo abre los cajones llenos de polvo y me busca, me obliga a ciertas costumbres, a ciertos hábitos que creí había perdido.
Este día no me invita a salir a la calle y sin embargo paso, camino, me cuelgo de las esquinas llenas de bultos verdes y cabezas asomando de esos bultos, que cada vez se me van haciendo más familiares. Cruzo parques, escuelas, oficinas, sin rumbo cierto, aspirando ese olor característico de la casita de todos, de los sintecho.
Avanzo con confesiones, fantasmas y el peso de los suburbios acorralándome hacia la noche. Paso, camino, muero a la tarde cuando el cielo sube, ya limpio, y se desespereza entre las ruinas que circundan el Palacio.
Anoto en mi libretita. Planeo el chocolate caliente y los besos de rigor.

AVISO:

Waterproof se ha convertido en un sitio conjunto! si! ya quería yo que fuera así. Ahora seremos dos personitas las que dejaremos constancia de que la lluvia moja nuestra tierra.
Desde dos lugares distintos, yo desde mi Montevideo y Jor desde Paraná, Entre Ríos.
Mientras llueva, aquí estaremos, haciéndonoslo saber y transmitiendo el golpetear de la lluvia de alguna forma.

miércoles, 4 de junio de 2008

.detalles

La película que pasaba por la ventanilla estaba nublada. Bajó, corrió varias cuadras espantando, nomás con el pensamiento, esa lluvia casi niebla que la acariciaba. Esa lluvia molesta que moja pero no moja.
Caminó más, muchas cuadras al santo botón que le dejaron los lentes llenos de gotitas. No era su día.
Llegó cansada y con el dolor en el pecho que cargaba desde hacía días; llegó mojada, despeinada, casi ciega.
Abrió la puerta y el vaho le empañó los lentes, fundiendo todas las gotitas en una sola película lechosa.
Entonces él le retiró con ternura los lentes y le dio un beso.
Y fue su día.