domingo, 14 de agosto de 2011

.para escribir

(esta entrada va atrasada dos días, porque no he tocado la compu desde entonces)

Pensé escribir sobre Mario, el tachero viudo, de 40 años, que me llevó el otro día a trabajar. Se acordaba de haberme llevado hacía unos días atrás a casa y se pasó hablándome todo el camino.
A las diez de la mañana, parecía ya haber oscurecido. La tormenta no auguraba un buen día.
Pero quedarme pensando en el tachero y su historia y sus ganas de conversar, no fueron tan fuertes como otras cosas durante el día.
Al final me dejé llevar por la lluvia que me mantuvo los pies mojados todo el día. Al final acabé por concentrarme en los buenos gestos del día. En el primer cumpleaños de Nerea en Uruguay y la deliciosa cena que nos preparó esa noche, en su sonrisa al abrir nuestro regalo.
Después amigos, amigos ajenos, vino, risas, postre, una larga caminata.
El sueño puede más al final del día y todo el viernes, desde la cama, parece bendecido por esa lluvia ante la cual me pasé el día protestando.
A veces los días grises sí pueden ser rescatados para una futura biografía.




1 comentario:

Jorgelina Mandarina dijo...

las biografías están todas hechas de días grises. Son los más contables.

Que te quiero? oh, si! Grismente incluso. :D