Las caras de las personas resultan conocidas pero amargas (como té sin azúcar, diría mi sobrina).
Todo en esta ciudad me recuerda por qué no debo volver todavía, y aún así me invita a reconciliarme cada cuatro o cinco meses.
Las voces nunca cesan y no dejan de atormentarme en este lugar, y me ayuda a comprender la hermosa lejanía, el autismo buscado.
Cuando vuelva voy a comer en Guerrín, voy a caminar por Callao y Corrientes, me meteré en librerias y bares de viejo y me asustaré tiernamente con sus dueños. Lo prometo
*(Y el soundtrack será largo, e incluirá este tema http://www.youtube.com/watch?v=dqRord2DWu8)
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