viernes, 18 de junio de 2010

.pie de guerra

Estamos en gerra
y así nos va a la distancia y a mí,
tenemos un alma prestada cada una,
con término difuso y sin garantía.
Absorbemos lentamente los comienzos,
los devoramos, excitadas y fatales;
estamos en guerra y la muerte y el placer
son una misma cosa por momentos,
mientras tenemos que pensar en catástrofes.
Estamos en guerra
y así nos va a la cobardía y a mí.
Anestesiamos juntas todo recuerdo,
nos vaciamos de amor,
nos llenamos de paciencia.

lunes, 14 de junio de 2010

.dos

Escribimos por dos día de lluvia.
Ella y yo, ambas mojándonos de soledad y frío en un invierno que se anticipa ya usado.
Ella, la intrusa de esta casa que supe llamar cuerpo, habla por mí sin palabras.
No sé escribir.
Ambas sabemos de la gravedad de los truenos. Amabas nos acurrucamos, cuerpo con cuerpo, para dormir sin nervios, pero no.
Acuden en sueños y en la vigilia sus amigos fantasmas, sus ángeles de miedo, esa imagen de Rose que tanto me gustaba, "sus óperas de nada".
Latimos en un día de tormenta eléctrica, le enviamos cartas de condolencias al sol. Ambas sudamos medias a rayas, estómagos con sueño y noches infelices. Ambas travestimos el día y jugamos a disfrazarnos una de la otra. Sus manos transparentes de tan blancas me pintan los labios con la sangre que cuelga de todas y todas las flores de la casa. Yo peino su cabello envidiablemente largo y sedoso con una costilla de vaca que guardo desde hace siglos. Lo enrosco y desenrosco mientras reímos, juntas y entrelazadas por dos dedos de locura.
Amamos. Con locura, con furia, con tristeza. Con tristeza. Con ganas de remendarnos la boca y la amnesia, el olor a muerte de adentro, esta escinción rotunda de días no festivos.

viernes, 4 de junio de 2010

.lluvia roja

La lluvia me hizo reír y enojar a la vez. Salir a la vereda mojada después de cuatro horas de hospital, suero, malos ratos, sangre, preguntas, nervios.
La humedad se reía de mí, se convertía en una metáfora perfecta para mi desdicha. Llover, como mi cuerpo derritiéndose en fluidos, como mi ánimo escurriéndose cual agua.
La lluvia quizás tuviese algo de sanadora, entonces. La ropa sigue mojada, yo me miro frente a las medias, una pollera, una toalla, como frente a un espejo. La piel estirada y oscura, las marcas de los palillos, la pesadez que les da esa apariencia tan vulnerable, su densidad mojada.
Respiro, espero el verbo, me desangro hasta que alguna hora tenga mi nombre.