miércoles, 4 de junio de 2008

.detalles

La película que pasaba por la ventanilla estaba nublada. Bajó, corrió varias cuadras espantando, nomás con el pensamiento, esa lluvia casi niebla que la acariciaba. Esa lluvia molesta que moja pero no moja.
Caminó más, muchas cuadras al santo botón que le dejaron los lentes llenos de gotitas. No era su día.
Llegó cansada y con el dolor en el pecho que cargaba desde hacía días; llegó mojada, despeinada, casi ciega.
Abrió la puerta y el vaho le empañó los lentes, fundiendo todas las gotitas en una sola película lechosa.
Entonces él le retiró con ternura los lentes y le dio un beso.
Y fue su día.

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